jueves, 13 de septiembre de 2018

El día que todo cambio

Era un sábado más dentro de nuestra vida familiar,  como ya explique teníamos un matrimonio casi Femdom,  con muchos altos y bajos de parte de ambos.

Ese día había una reunión familiar en casa de sus padres, cosa que poco me ha agradado, esto ya bien desde los comienzos de la pareja y es sabido por mi señora.

Debo señalar que ha sido motivo de muchas discusiones y discordia matrimonial.

Esta vez no fue la excepción de la regla,  debo confesar que me es muy difícil ocultar mi desagrado.
Cuando salimos de la casa de mis suegros luego del almuerzo, yo estaba algo más que contrariado,  para decir verdad con cara de pocos amigos.
Decidimos ir a pasear y ahí una nueva discusión ya que ellas querían ir a un shopping y a mi me aburre mucho el caminar mirando distintos escaparates sin idea de comprar.

Mi descontento aumento y mi cara de pocos amigos se transformó en gruñidos continuos.

Por supuesto se corto todo diálogo y caminamos entre los distintos negocios sin hablarnos.  En verdad más que un paseo fue una tortura.

Reconozco que un gran porcentaje, por no decir todo,  fue generado por mí.

Al volver a casa, segumíos sin hablarnos y me puse delante del televisor,  digo delante porque en verdad mi enojo no me permitía ver el programa.

Luego de cenar, mi hija subió a su habitación. Se acercó mi señora y sentenció:

"hoy dormís en el piso al lado de la cama con una frazada”

En verdad me sorprendió lo que acababa de escuchar,  "me estaba castigando" y “no eran azotes”, ¿que estaba pasando?.  No lo esperaba.
Cuando logre reaccionar,  ya se había ido a duchar.  Muchas cosas pasaron por mi cabeza en ese momento,  ¿esto es lo que yo quiero?, ¡no tiene derecho a prohibirme dormir en MI cama!, ¡yo también pase un sábado feo!,  …

Evidentemente yo declaraba que quería ser su esclavo,  pero bajo mis condiciones. 
Eso es una incongruencia TOTAL,  muchas veces había dicho que eres un esclavo o no lo eres, no existen los grises.

¡Me estaba contradiciendo yo mismo!

Para colmo cuando fui al baño a tratar de dar una explicación ella sentenció:

“aceptas el castigo sin hablar o nunca más hablamos de FemDom”

Sin mediar palabra entendí que las cosas estaban cambiando, tome una frazada la estire en el piso al lado de la cama matrimonial,  le pedí permiso para usar una almohada y me acosté.

Fue una noche terrible,  ¡que duro que es el piso!. No encontré acomodo durante toda la noche.
En varios momentos pensé que sentiría piedad por mí, pero eso no paso.

A la mañana me pregunte varias veces si despertar a mi Ama y como hacerlo. 

Tipo 9 de las mañanas,  me animé.

Me arrodille,  busque sus pies entre las frazadas los bese,  hasta que se despertó.

Mi intriga era como comenzaría esa mañana, ¿cuál será su humor? , pero fiel a lo que Perú habíamos aprendido,  una vez castigado el sumiso de la forma que su ama crea conveniente,  el tema es pasadoAsí lo hizo mi AMA.

En algún momento de la mañana me aclaro que de ahí en más las cosas cambiarían,  valla que me había dado cuenta.
….

Prólogo

Fueron muchos años los que en compañía de mi esposa, hoy mi Ama transitamos los caminos del aprendizaje y conocimiento del FemDom.

Hace mucho, pero mucho tiempo descubrí mi gusto por el sometimiento sexual a una mujer, poco sabia del tema, salvo que me excitaba. Y cuando digo mucho tiempo me remonto a mi época de la escuela primaria. Ya ahí fantaseaba con estar sometido y castigado por una u otra maestra.

Durante mi adolescencia el despertar hormonal me hizo olvidar mi fantasía de sometimiento. Luego de pasar los veinte conocí a la que hoy es mi esposa y comenzamos con pequeños castigos durante los juegos sexuales previo al coito. Alguno que otro pellizcó de testículos los cuales mucho me excitaban y despertaban mi fantasear.

En los primeros anos de matrimonio, debo decir que llevamos más de veinte, los juegos de dominación comenzaron a surgir. Aunque se limitaban únicamente a juegos con duración acotada a ese momento.

Una vez que pudimos estabilizar la economía de la pareja, comenzamos a viajar y esto sin dudas abrió un poco nuestras mentes, pudimos conocer playas nudistas, ciudades auto declaradas Gay, locales de sex-shop que no se ocultaban, en resumen descubrimos un mundo sexual que no se reprimía y que se mostraba orgulloso de su diversidad sexual.
Comprendimos que no éramos locos, ni raros. Simplemente nos gustaba algo más, algo distinto.

Nobleza obliga,  debo contar que en esos momentos mi señora declaraba que no le desagradaba practicar ese tipo de juego,  pero que no era su elección primaria. 
Así continuamos durante años, era un subí y baja de emociones. Yo con la idea de que ella gustaba de complacerme y nada más.

Nació nuestra hija y más o menos todo continuo igual, yo investigando sobre el tema en la red y contándole mis hallazgos, ella escuchando y transmitiendo que lo hacia para complacerme pero sin mucho agrado y continuaba nuestros claros y oscuros.
Creó que si graficara nuestra incursión en lo que hoy conocemos como FemDom sin dudas daría una sinusoide.

Buscando en la red llegaron los escritos de Elisa Sutton, una estadounidense precursora del tema, mucho nos ayudaron a comprender los roles de cada uno. Yo le transmitía lo que iba aprendiendo y muchas veces compartíamos la lectura con mi señora.

Poco a poco fue aceptando el hecho de ser mi Ama, asistimos a un par de eventos especializados en el tema y conocimos a una Domina profesional, quizás esto ultimo fue uno de los hechos que más marcaron un hito en la relación, a partir de la charla que ellas tuvieron y de las que poco me entere, mi señora cambio y se metió más en el rol de Ama, exigiendo pequeñas cosas en nuestra relación, como que cuando estemos solos en la casa la llame Ama y guarde el respecto que merece.
Sin dudas esto se acercaba mucho a mi ideal de relación. 

Pero he de comenzar este diario en el día que TODO cambió, el día  que realmente comenzó a gestarse la relación matrimonial FemDom, o sea ser su esclavo dentro de una sociedad en la cual aún debemos mostrarnos como un matrimonio vainilla por nuestro bien y principalmente por el de nuestra hija.